El zen del piloto

Olvidar debes todo lo aprendido


El alumno charla con el instructor después de un vuelo:
-No entiendo que me falta para volar sólo. Se toda la teoría. Me siento cómodo en el aire. Pero aun así no avanzamos a la próxima etapa
-¿Te molesta volar conmigo?
-No. Pero quiero quiero volar sólo, ya aprendí mucho.
-¿Y estás tan seguro de que sabes tanto?
-Si.
-Entonces sabé también que cuando te olvides de todo lo que sabés y lo apliques directamente y cuando te olvides que estás conmigo y vueles como si estuvieras sólo, entonces va a llegar tu momento. Mientras tanto disfrutá y no pienses tanto!

Horror de principiante

Una parte importante de aprender a volar es equivocarse. Es una parte tan necesaria del proceso que con el tiempo nos olvidamos la mayoría de los errores que fuimos cometiendo.
Pero hay vuelos memorables por las equivocaciones que tuvimos. Esos vuelos son los que no olvidamos más. A continuación Ricardo Viti nos cuenta una de sus primeras navegaciones en solitario.


Por Ricardo Viti
Uno de los errores más graves y peligrosos que cometí fue cuando era piloto estudiante, es decir no tenia la licencia. Para cumplir con uno de los requisitos del curso de Piloto Privado tenía que hacer un cross country de mas de 150 millas, repostar y volver a mi lugar de origen. Bueno, yo estaba haciendo el curso en el aeropuerto de Midway (cerca de Chicago, USA), que es un aeropuerto clase C, con mucho trafico de aviones de linea, la mayoría 737s. Había planeado minuciosamente mi ruta, era la primera vez además que iba a aterrizar en un aeropuerto completamente desconocido y clase D, que era el aeropuerto de Peoria. Despegué de Midway y me dieron un rumbo 270 (Oeste) que me apartaba de mi ruta ya que mi rumbo directo era 240. 
Yo hice lo que me dijeron pero empezó a pasar el tiempo y me alejaba de mi ruta programada, entonces al ver que el controlador no me decía nada (y pensando que se había olvidado de mi), silbando bajito y disimuladamente empecé a girar al rumbo que yo tenia como meta para poder hacer el viaje a Peoria.
De pronto de la torre me preguntan:
-¿N70705, que rumbo tiene?,
-Rumbo 240
-¿No le dije que siguiera en 270?
-Si, pero pensé que ya podía empezar a utilizar el rumbo que yo había elegido.
-Vuelva al 270, el rumbo que sigue usted está en la ruta de aproximación de la pista 09.
Esa pista estaba activa... es decir me tragaba los 737s... entonces rápidamente volví al rumbo anterior hasta que me dieron permiso. 
Llegue a Peoria sin novedad, aterrice, me hicieron las señales con los palitos naranjas para aparcar como en los aviones grandes y sentí que el 152 era un 747 más o menos.
Luego de repostar volví a Midway, no sin antes interrumpir las comunicaciones en Peoria por dos o tres minutos por dejar el dedo apretado en el pulsador del micrófono ... de tanta emoción que me había causado el viaje... Claro al de la torre le dije que se me había atascado el botón...

 Para ver esta carta con más detalle ir a:
http://skyvector.com/?ll=41.85886324148302,-88.0207785046511&chart=105&zoom=4

1000 visitas

Hoy Aviadores de la Cruz del Sur llegó a las 1000 visitas. Y en un blog que se dedica tanto a la palabra escrita siempre hay espacio para una más: Gracias.
Por los comentarios públicos y privados. Por las críticas constructivas (y también las destructivas). Por darnos más ganas de seguir con este proyecto
A ustedes, que nos leen desde todo el mundo, gracias, mil veces gracias!
 



Anibal Baranek
16 de Noviembre de 2010






Tierra mojada

Miami, aeropuerto Opa Locka: El vuelo de hoy consiste en ir desde el aeropuerto de Miami al de Naples, un pequeño pueblo en la costa Oeste de Florida. Hay olor a tierra mojada ya que llovió hace un rato. El cielo está gris por las nubes. Reviso el Cessna 172 matrícula N952AC que me llevará en mi viaje. Tres de sus cuatro asientos van vacíos.
El pequeño motor arranca con un rugido y la hélice frente a mi empieza a girar. Pronto el pequeño avión y yo corremos por la pista. A nuestra espalda, hacia el Oeste, el sol empieza a ocultarse. Mientras trepo, giro el avión para ir a buscarlo. En el cielo aun es de día; abajo mío las luces nocturnas de la ciudad están por todos lados. Más adelante terminan de pronto y todo está oscuro. Son los pantanos del sur de Florida.
Mi avión trepa hacia las nubes y pronto volamos entre ellas. Abro la ventana para tocarlas y un rico aroma invade la cabina. Huelo a tierra mojada, a nafta y otro sabor que no puedo precisar. Cuando saco la mano por la ventanilla la siento humedecerse. Delante de mí no hay nada. Solo el gris de la nube que se torna pálido a medida que sigo subiendo.
De pronto salgo de la capa y me encuentro volando en un mar blanco. Estamos flotando sobre infinitos campos de algodón. 


Estabilizo el avión a unos metros encima de el. Sobre mi el cielo está oscuro y veo brillar algunas estrellas. Justo adelante, el sol que abandonó la tierra, amarillo y naranja, se demora aun en las alturas. A medida que baja sus rayos tocan las nubes y el campo blanco se tiñe de tornasol. Algunas nubes se alzan junto a mí y ahora volamos entre multicolores montañas. Estamos quietos, inmóviles y son ellas las que corren bajo nosotros.
Pronto el sol se va y me deja a oscuras. Mi única luz es ahora el brillo rojizo de los instrumentos y la pálida luz de las estrellas. Me acerco a mi destino así que reduzco la potencia y pico entre las nubes. Otra vez la nada gris. Cuando emerjo de ese mundo extraño me encuentro volando sobre estrellas. Tierra y cielo se confunden. Es la ciudad de Naples que me da la bienvenida. Pronto un cuadrado de luces recorta el aeropuerto y me zambullo en la oscuridad. A pocos metros del piso mi faro de aterrizaje ilumina la pista.
Ahora ruedo entre filas de aviones silenciosos. Detengo el motor y su rugido se apaga lentamente. Salgo del avión y lo recorro con las manos. Huele a tierra mojada, a viento y a sueños dorados. Miro a mí alrededor pero estoy solo en el aeropuerto. Sólo luces azules y sombras inmóviles. Acaricio sus alas por última vez y despacio, avergonzadamente, beso la trompa de mi Pegaso. Me voy, yo también, a dormir. Espero soñar con tierra mojada.
Anibal Baranek

Relato publicado previamente en "Pista 18" y en "Gaceta Aeronáutica" http://www.gacetaeronautica.com

Terminología aeronautica

La madurez actual de la aviación nos hace olvidar que hace sólo 300 años los únicos humanos que volaban eran los infelices que se tiraban de las catedrales. Hoy miles de personas están en vuelo permanentemente y existen docenas de formas distintas de hacerlo. Estos grupos se fueron conformando en "tribus" que viven en mundos aparte, con códigos, reglas y hasta palabras diferentes para definir su actividad.
A continuación presentamos un catálogo con ejemplos acerca de como cada grupo piensa en el vuelo:

Una lugar para aterrizar es...
Piloto de Cessna 152: "Un espacio abierto y plano, de pasto, asfalto o arena dura, de unos 500 metros de largo y 30 de ancho. "
Piloto de F-16: "Una pista de al menos 2 kilómetros de largo, y con servicios de seguridad para vigilar su avión construido en 1980 y su tecnología super secreta, bomberos por si tiene emergencia de Hidrazina y cables de frenado por si no funcionan los frenos"
Piloto de un helicóptero Robinson R22: "Un claro de 50 metros"
Piloto de Aladelta: "Un espacio despejado de no más de 50 metros, con cables de alta tensión alrededor para decirle a todo el mundo lo capo que es si sobrevive al aterrizaje"
Piloto de Airbus 340: "Un aeropuerto internacional debidamente declarado ante la OACI, la FAA y otras siglas, con no menos de 3 kilómetros de pista y un buen Free shop para comprar perfumes para su mujer, su ex mujer y sus amantes".

Volar por instrumentos es...
C152: "Volar mirando sólo el altímetro para que su instructor no lo cague a pedos por pifiarle a la altura"
F-16: "Es chequear el HUD (Heads Up Dysplay") que le indica la distancia al blanco, altura, velocidad, ángulo de ataque, Gs que está tirando en el viraje y un timer chiquito contando de 5 segundos para atrás que le indica cuanto falta para que le pegue un misil"
R22: "Es vigilar el torque para que su cacharro maldito no se embale y tenga que hacer otra autorrotación"
Aladelta: "¿¿Que instrumentos??"
340: "Es monitorear el FMC, el RADAR, el ACARS, el TCAS, el MCP y de vez en cuando llamar al control de tráfico para pedir un vector, porque se perdió"

Atención distributiva es...
C-152: "Distribuir la atención entre los instrumentos de la cabina y el exterior, mirando más que nada para afuera para confirmar con los instrumentos lo que le indica la actitud del avión en el horizonte".
F-16: "Es dividir la atención entre cumplir la misión ordenada, chequear el combustible y los parámetros de vuelo y decidir si sigue volando en la Fuerza Aérea o se va a ganar millones a las aerolíneas"
R22: "Es concentrar toda la atención en los comandos de ese maldito que no se queda quieto ni cuando está en el piso con el motor apagado"
Aladelta: "Es dividir la atención entre los cúmulos para buscar las térmicas, mirar el paisaje y sonreír para la camarita que lleva en el lateral del ala"
340: "Es distribuir la atención entre los instrumentos de vuelo, el horizonte por si hay aviones sin transponder, el diario que está leyendo y la tripulante que le cuenta que se peleó con el novio, dedicando a estas tareas el 5,5, 20 y 70 por ciento de la atención respectivamente"

Una navegación es:
C-152: "Hacer un triángulo entre San Fernando, San Antonio de Areco y Zarate. Tiempo total 3 hs"
F-16: "Cruzar el charco (el océano atlántico) entre la base de Langley, USA y la de Mildenhall, Reino Unido, en formación con otros tres aviones, con reabastecimiento en vuelo de un KC-10, tomando pastillas para no dormirse e ingiriendo poco líquido para no tener que usar las bolsitas. Tiempo total 8 hs"
R22: "Ir de San Fernando al helipuerto de Nordelta. Tiempo total 10 minutos"
Aladelta: "Un Cross entre La Plata y Chascomus. Tiempo total 4 horas"
340: "Un vuelo Traspolar Ezeiza-Sydney. Tiempo total 14 horas"

Una aproximación es:
C-152: Inicial, básica y final. Una final de al menos un kilómetro a 60 nudos de velocidad para estabilizarse.
F-16: Inicial para ruptura, luego Inicial, básica y final de 3 kilómetros a 150 nudos de velocidad.
R22: Igual que el -152 pero termina en estacionario sobre la cabecera.
Aladelta: Pierde altura lateral y adelante del punto de toque, hace inicial y básica a velocidad de trim, final en picada por si agarra una descendente.
340: Bloquea el VOR con nivel 050, se aleja 10 millas por un radial, hace viraje de procedimiento y se establece en el ILS Categoria 3C a una VREF de 150 nudos, con los dos pilotos automáticos conectados para un aterrizaje 0/0 (0 visibilidad y 0 de techo de nubes).

Un buen aterrizaje es:
C-152: Lo trae en final deslizando y pelea un viento cruzando de casi 10 nudos! Endereza justo a tiempo para aterrizar primero sobre la rueda del lado del viento, después la opuesta y finalmente la de nariz
F-16: Regresa de un vuelo de entrenamiento donde venció al as de la base y la torre lo deja hacer una pasada a 500 nudos y 200 pies de altura.
R22: Cuando logra terminar el estacionario en el mismo aeropuerto donde lo inició.
Aladelta: Pica en final corta y empuja la barra un momento tarde asique cae parado, pero se le cae el ala y hace un "Wack" contra el piso sin que nadie lo vea.
340: Cuando los pasajeros aplauden en vez de tratar de escaparse por las salidas de emergencia pensando que se estrellaron.
  
Un aterrizaje perfecto es:
C-152: En final corta y con velocidad lo va llamando hasta que las ruedas principales acarician la pista, justo cuando suena la alarma de pérdida y el avión se detiene suavemente. Libera la pista para el Lear que viene en final corta ante el alivio de los salames de la torre, que le dieron turno uno y lo pusieron antes que el reactor.
F-16: Regresa de su primera misión de combate y hace un tonel sobre la pista para decirle a todos que derribó 5 aviones y es un As. Se detiene en la plataforma y sus camaradas lo levantan en brazos y lo depositan frente a Miss Universo que le da las gracias patrioticamente.
R22: Viene haciendo aerotaxi hacia la plataforma y tira justo para quedar en estacionario y plantar los patines perfectamente paralelos en la raya amarilla de la plataforma.
Aladelta: Pica en final corta y empuja la barra en el momento justo, cae parado y con los brazos extendidos en perfecta pose, justo frente a un grupo de alumnas de 5o año del colegio Nuestra Señora de la Represión, que fueron de visita al centro de vuelo.
340: Logra aterrizar su mastodonte de 200 toneladas con un viento cruzado de 30 nudos y ráfagas de 45, apenas rozando el motor 4 (el derecho externo) sin que un infeliz lo escrache en video para que después lo vea todo el mundo en youtube y le pregunten porqué aterrizó tan mal.

Continuará...

 
Anibal Baranek

Aladelta, etapa intermedia

Poco a poco sigo con el curso. Ya llevo casi 20 vueltos y estoy haciendo vuelos a media altura para practicar emergencias, la aproximación y el aterrizaje.
Los movimientos en el ala ya son casi naturales. El tiempo entre que el remolcador nos suelta y llegamos a la pista está compuesto de minutos eternos de felicidad. Todo pasa rápido y a la vez lento. Mi experiencia con aviones me sirve para reconocer el circuito y el efecto que tiene el viento en la trayectoria. No me sirve para estimar la altura, ya que siempre tuve un simpático altímetro que me ahorraba pensar en eso.
En el Ala la altura se mide por ángulo y de a poco le voy tomando la mano. Mantener el ángulo correcto da la altura óptima para la aproximación. Cada vez me resulta más natural "sentir" el ala. Volar sin guantes ayuda, ya que la barra transmite mensajes muy claros, cuando relajo las manos para poder escucharlos.
Me cuesta sobreponerme a la costumbre de piloto motorizado de querer aterrizar "en los números". En el avión el concepto es aprovechar cada metro disponible de pista, porque aun los aviones más chicos necesitan mucha pista para operar seguros. Nuestra pista en Flyranch sería relativamente larga para operar con un -152. Pero en el ala podríamos aterrizar 4 veces con tranquilidad, asique el objetivo es la precisión y la seguridad de llegar, aun con una descendente, por eso apuntamos más adelante que con el avión.

 No puedo decir que vea mucho en esta etapa del vuelo. Los vuelos a media altura duran un promedio de 7 minutos y desde que el Dragón da potencia hasta que nos detenemos en la pista todo pasa muy rápido. Mi mirada busca solo los mejores lugares para aterrizar, la posición del remolcador, el espacio aéreo alrededor nuestro para evitar conflictos.
El tema del remolque es lo más ajeno a mi experiencia hasta ahora. Los principios son simples, mantener una posición óptima en relación al Dragonfly. Aplicarlos en el entorno dinámico del vuelo, con el avión, el ala y el aire en movimiento continuo es más difícil. Todavía no logré mantener una altura óptima, especialmente en los virajes. Voy aprendiendo pequeños trucos para mantener la posición, pero se que mientras yo analizo y observo mi cuerpo aprende, simplemente, a volar.
Es como aprender a manejar un auto. Al principio uno debe pensar para poner Primera. Al tiempo uno maneja, habla con el acompañante y discute filosofía mientras maniobra entre el tráfico de la hora pico. Entiendo, como instructor, el proceso de aprendizaje. Experimentarlo en carne propia en algo que no me resulta familiar es aun mejor.
Es una camino hermoso para recorrer aunque sea mucho trabajo. Lo mejor de estos vuelos es discutirlos con los otros pilotos cuando bajamos, cerveza de por medio. O recordar pequeñas fotos que saca mi mente como si fueran Polaroids. La sombra del avión y el ala sobrevolando la pista a 100 metros, el atardecer sobre el Rio y la ciudad de la plata, la satisfacción de ver subir el avión de pronto y anticipar la térmica que encontramos cinco segundos después.
Continuo aprendiendo de esta forma de volar que es más arte que ciencia. Dejo las reflexiones para abajo, para las charlas con los instructores y los alumnos. Y espero ansioso el próximo vuelo para aplicarlas.

Hojas en el viento

La vida nos lleva por donde quiere llevarnos.
Y nosotros creemos controlarla con cursos, planes y proyectos
Nos imaginamos que así somos dueños de nuestro destino
Y no que somos impotentes como hojas en el viento

Nos pasan cosas cada día
Y creemos que podemos cambiarlas
Que alcanza nuestra voluntad y energía
Para dejar de ser arrastrados por el viento

Vivimos con miedo a lo malo y esperanza por lo bueno
Y pensamos que es posible saber que vendrá y cuando lo hará
Pero lo que siempre descubrimos, cuando lo malo no pasa y lo bueno no llega
Es que el viento es más fuerte que nosotros

Soy una hoja en el viento
Le canto a la lluvia para que no me arrastre al suelo
Le imploro al aire para que me lleve bien alto
Me entrego a sus caprichos con infundada esperanza

Pero lo que descubro, tarde o temprano
Es que soy sólo una hoja flotando en el viento
Impotente ante su bondad o maldad.
Y solo el sabe a donde me lleva 

Volar es para los pájaros

Volar es para los pájaros, dicen algunos. Y es difícil contradecirlos. Aunque yo se que no es cierto. Por que todos tenemos un destino. Hay quienes nacen para vivir en el mar, los que están destinados a enseñar a otros, los que pasan felices por la vida sin hacerse preguntas incómodas como estas, y están los que nacen para volar.
No es fácil explicar que hay en en el vuelo que sea tan maravilloso. ¿Es tal vez la perspectiva de ver todo desde lo alto? ¿La excitación de resolver un aterrizaje difícil o una emergencia? ¿El contacto con la naturaleza, donde los elementos no son una inconveniencia en nuestras vidas de siempre, sino factores relevantes que determinan si podemos volar, cuanto y hasta a donde? ¿La maravilla indescriptible de volar entre nubes y poder extender nuestras manos para, literalmente, tocarlas?
Supongo que es difícil de entender pero es así. Volar para mi es vivir más intensamente. Es como soñar. Pero es un sueño que uno sabe que es real. Como un gran deseo cumplido.
La literatura está llena de relatos de hombres que no pudieron vivir felices hasta recorrer el mar. Hombres cuyo elemento primigenio era el salado líquido. Pero también hay otros hombres que sintieron un deseo análogo por el aire. Que al ver volar a los pájaros sintieron que ese es un don demasiado precioso para ser disfrutado sólo por los que nacen con alas.
Y allí fueron Leonardo Davinci, los hermanos Montgolffier y Write. Antoine Exuperí, etc... son muchos los hombres que contribuyeron al gran sueño del hombre.
¿Porqué volar es solo para los pájaros? Si la naturaleza nos dio inteligencia justo es que la usemos para alcanzar lo que ella no consideró necesario darnos. Porque volar no es solo para los pájaros. Volar es para todos aquellos que nacimos con alas en el corazón.

El Vasco aprende a volar

El paso del tiempo hace que algunas cosas se puedan apreciar mejor a la distancia pero otras siguen siendo un poco misteriosas. El vasco era ya un hombre grande cuando comenzó con el curso de piloto, tenía su personalidad y no andaba con medias tintas. Era un poco caprichoso, duro y muy apasionado. Él quería que las cosas se hiciesen como él decía sino se enojaba y mandaba todo al mismísimo demonio pero era un buen tipo, trabajador, entusiasta y “seguidor como perro e´sulki”… y él quería aprender a volar.
Instructor Cuniberti junto al PA-18
 Cuando Luis Cuniberti llegó como instructor - al todavía en proyecto – Aeroclub Ushuaia, organizó el tercer curso estaban los alumnos del instructor anterior que todavía no habían podido terminar y había que hacer con ellos la última parte del curso aunque ya tenían su patente; estaban los seis nuevos alumnos y uno extra, el Vasco.



Luisito tomaría las riendas del PA-18 y Vladi, el novel piloto pero con más instrucción hasta ese momento, lo ayudaría con el PA-12 mientras hacía sus primeras armas como piloto de seguridad.
El Piper PA-18 tenía dos asientos en fila y doble comando. Así, en los vuelos de instrucción, el alumno se ubicaba adelante y el instructor atrás para supervisarlo y entrar en acción si así lo requerían las maniobras. Desde esta posición el instructor podía corregir el timón, dar explicaciones y sobre todo hacer que en cada salida el aspirante a piloto pudiera sentirse cada vez más seguro y parte integrante de tan noble máquina. Cuantas más salidas y más experiencia adquiría el alumno, menos eran las intervenciones del instructor con los comandos y vuelta a vuelta podía disfrutar de los avances que veía en cada uno de sus alumnos.
Era muy especial la sensación del alumno cuando sentía ambas manos del instructor en sus hombros pues esto significaba que él era quien tenía todo el control del avión y estaba volando “casi” solo.
Así pasaba con cada uno de los alumnos y uno de ellos era el Vasco.
No le resultaba sencilla la experiencia de volar. Se le amontonaban los sentimientos en una mezcla rara que a veces le jugaban en contra. La ansiedad por aprender tantas cosas nuevas, el apurón por ponerlas en práctica, los nervios ante la posibilidad de no lograrlo. Un cóctel complicado, difícil de tragar. 
―¡Está volando solo! ―le decía Luisito tratando de explicarle que él no tenía el timón.
―¡No, no vuelo! ¡No estoy volando solo! ―retrucaba el Vasco, creyendo imposible lo que estaba viviendo.
―¡Vuela solo, tiene que tener confianza en usted! ―volvía a la carga Luisito.
Pero el Vasco no estaba tan errado. Algo intuía. Y la verdad era que se ponía tan duro y tan nervioso que no acertaba maniobra alguna y Luisito con las dos manos en sus hombros trataba de trasmitirle seguridad aunque él corregía las maniobras manejando el timón con la rodilla.
Para esta altura del curso, ya todos los alumnos habían volado solos y el Vasco no parecía estar muy cerca de aquella anhelada experiencia y él lo sabía.
No era una situación envidiable ni para él ni para el instructor. El Vasco, mejor que nadie, se daba cuenta de lo que pasaba y el instructor no podía probar porque sí. Cualquier error, cualquier equivocación podía ser fatal. No era como manejar un auto que ante una eventualidad, se puede dejar al costado del camino y seguir a pie. En el aire no se puede estacionar, no se puede caminar, no se puede poner en punto muerto y esperar.
El tema del Vasco lo perseguía a Luisito sin descanso, era una obsesión, un trauma. “Hoy lo largo, va a venir inspirado”, se decía Luisito con entusiasmo y ese día el Vasco tenía todas las luces apagadas. Si venía bien y podía ser el gran día, las condiciones meteorológicas no eran las que necesitaba su alumno para largarlo solo y quedarse tranquilo abajo mirándolo solo allá arriba. No había caso, parecía que el día no quería llegar. Hasta que llegó.
Una tarde, alrededor de las 16, había una calma chicha especial para que el Vasco intentara volar solo. Ya no soportaba más esa situación ni él como alumno ni Luis como instructor. En la intimidad él había confesado que su único objetivo era volar solo una vez y que luego no volvería hacerlo. El Vasco era vasco en serio.
Esa tarde, a pesar de ser una hora difícil desde el punto de vista meteorológico, la calma se mantenía y se decidió: “Hoy lo largo”, se dijo Luisito en tono de sentencia. Los tanques de combustibles del avión estaban llenos y mientras repasaba todos los detalles se volvía a repetir como para terminar de convencerse: “Hoy lo largo, hoy lo largo. Que sea lo que Dios quiera pero hoy lo largo”.
La tarde no podía ser mejor, no había ni una gota de viento motivo por el cual se podía despegar y aterrizar por cualquier lado.
Primero salió con él y lo hizo aterrizar para un lado y para el otro. El Vasco estaba inspirado y andaba bien, muy bien. Otra vez, para darle confianza, Luisito lo tocaba con las manos en los hombros pero el Vasco saltó y le dijo:
―¡Usted me lo toca!, haciendo alusión que Luis igual le tocaba el timón de alguna manera.
―¡Mire, para que vea que no lo toco, cuando pase por la pista, tiro la palanca por la ventanilla!
Y así fue. Voló la palanca y cayó. La gente que estaba en tierra y que conocía la historia del Vasco estaba muda, no volaba ni una mosca entre ellos pero empezaron a hacer llamadas telefónicas comentando la situación y se llenó de gente el aeroclub.
El Vasco se daba cuenta de los que pasaba pero hizo todo bien y además, ahora sí era cierto que Luisito no tocaba nada, el timón de atrás ya no estaba donde debía. Dieron otra vuelta y aterrizaron en al cabecera que daba al aeropuerto nuevo, para la 1-6, y el instructor se bajó.
―¡Ahora, salga solo! ―dijo Luisito con firmeza como para darle confianza.
Y salió. Pero se olvidó que el instructor ya no estaba atrás con su peso y que llevaba cincuenta y pico de kilos menos y no calculó la incidencia. ¡Salió tan rápido hacia arriba que cuando pasó por el hangar ya estaba a unos 300 metros de altura!
Llegó arriba de la bahía, hizo un viraje y Luisito desde abajo se comía hasta los codos de los nervios. Todo el pueblo estaba en el aeroclub, nunca se había visto tanta gente reunida. El Vasco era todo un símbolo. Todos querían que pudiera cumplir ese sueño con el que se había encaprichado, todos deseaban que lo lograra. 
Aeropuerto de Ushuaia visto desde el PA-18
 Pero Luisito estaba abajo y el Vasco solo arriba.
Este PA-18 tenía, tanto en la butaca de adelante como en la de atrás, un acelerador que pivoteaba sobre su propio eje. Había que agarrarlo desde arriba para que pudiera recorrer libremente los 180° pues si se lo tomaba con toda la mano como un joystick ésta hacía de tope y no permitía llegar al final del recorrido, tanto para acelerar como para desacelerar.
Luisito le había explicado el tema del acelerador hasta el cansancio antes de dejarlo solo con el Piper, pero el Vasco estaba muy nervioso. Ya le había dicho que tenía que tomarlo desde arriba para que cuando desacelerara pudiera reducir todo, pero el Vasco estaba duro, tenso. Él reducía pero dejaba toda la mano en el acelerador lo que no le permitía bajar de revoluciones y quedaba en 800 o 900 vueltas y el alerón volaba como si nada.
En una de las vueltas, presentó el avioncito como para que saliera perfecto, estaba para un 10. Venía muy bien enfilado pero –con esta historia del acelerador- no redujo todo lo necesario por la posición de su mano, entonces el “Pipercito” no bajaba, volaba y cuando se le terminaba la pista de aterrizaje le daba motor y salía nuevamente para la bahía.
Habría que haber filmado la escena: Luisito estaba cada vez más nervioso y lo peor era que sabía exactamente lo que estaba pasando, sabía exactamente qué era lo que el Vasco hacía mal, pero él estaba abajo y el Vasco volando. Luis se acercaba cada vez más a la pista como para hacerle alguna seña pero no había caso, no había manera de indicarle qué era lo que hacía mal.
En otra de las vueltas, en lugar de salir hacia adelante e intentar otro aterrizaje hizo un viraje y se fue para donde estaba la gente, bajó en velocidad crucero, como si fuera de Ushuaia a La Quiaca y siguió.
Ahora sí estaba totalmente nervioso porque a esa altura de la situación ni reducía ni lo presentaba ni nada. Lo levantaba, se iba al medio del canal y lo traía. Era una pinturita como lo traía pero cuando lo ponía cerca del suelo, otra vez no reducía, se terminaba la pista y otra vez arriba. Llegaba arriba de la ciudad y en vez de dar la vuelta, desde allá se mandaba y cada vez la cosa se ponía más fiera. Mientras tanto, Luisito corría de un lado para el otro sin saber muy bien qué hacer. Estaba preocupado en serio porque en vez de mejorar cada vez iba peor. ¡Ya no daba más, nadie daba más!.
En una de esas pasadas, Luisito se acercó lo más que pudo al avión y se colgó del montante; como tenía la ventanilla corrediza abierta –debiera estar transpirando como nunca en su vida- al colgarse del montante, el Vasco seguía sin reducir y él colgado no le tocaban las piernas el sueldo; se corrió por el montante y finalmente pudo reducir el acelerador y aterrizar.
Todos los que estaban en tierra estaban más locos que el instructor y fueron corriendo a la pista y lo bañaron con aceite de motores a modo de bautismo.
Después de una hora y pico en el aire, el Vasco había cumplido su sueño. Se fue a su casa y no volvió nunca más por el aeroclub.

Anécdota del libro aún inédito: " Los aviadores del fin del Mundo" de Roberto Litvachkes y Fabiana Lizarralde.


Una tarde en Flyranch

Es el mediodía y el cielo se empieza a llenar de nubes. Los aladeltistas llegan de a poco y pronto lo primeros emprenden la partida. Promete un buen día pero no lo sabrán hasta despegar.
Mientras tanto una pareja espera para hacer un vuelo de bautismo. Grupos de instructores, alumnos, pilotos, aviadores en suma, se entrecruzan entre si.
Circulan mates, facturas y toda comida de ocasión. Los chicos corren y el campo se llena de alas.
Empiezan los despegues y mientras en el cielo se entrecruzan nubes distintas aquí abajo se entrecruzan profesiones distintas. Seres muy distintos unidos por una única pasión: Volar.
Momentos compartidos mirando nubes, discutiendo teorías aerodinámicas o los ultimes juguetes para el piloto moderno.
Los primeros pilotos empiezan a volver e intercambian opioniones expertas. Cada tanto un ruido raro, un aterrizaje violento, concentran la atención de todos los presentes y un silencio cae sobre el campo.
Cae la tarde y los alumnos salen a la pista. Es el momento de volar.