Aladelta, etapa intermedia

Poco a poco sigo con el curso. Ya llevo casi 20 vueltos y estoy haciendo vuelos a media altura para practicar emergencias, la aproximación y el aterrizaje.
Los movimientos en el ala ya son casi naturales. El tiempo entre que el remolcador nos suelta y llegamos a la pista está compuesto de minutos eternos de felicidad. Todo pasa rápido y a la vez lento. Mi experiencia con aviones me sirve para reconocer el circuito y el efecto que tiene el viento en la trayectoria. No me sirve para estimar la altura, ya que siempre tuve un simpático altímetro que me ahorraba pensar en eso.
En el Ala la altura se mide por ángulo y de a poco le voy tomando la mano. Mantener el ángulo correcto da la altura óptima para la aproximación. Cada vez me resulta más natural "sentir" el ala. Volar sin guantes ayuda, ya que la barra transmite mensajes muy claros, cuando relajo las manos para poder escucharlos.
Me cuesta sobreponerme a la costumbre de piloto motorizado de querer aterrizar "en los números". En el avión el concepto es aprovechar cada metro disponible de pista, porque aun los aviones más chicos necesitan mucha pista para operar seguros. Nuestra pista en Flyranch sería relativamente larga para operar con un -152. Pero en el ala podríamos aterrizar 4 veces con tranquilidad, asique el objetivo es la precisión y la seguridad de llegar, aun con una descendente, por eso apuntamos más adelante que con el avión.

 No puedo decir que vea mucho en esta etapa del vuelo. Los vuelos a media altura duran un promedio de 7 minutos y desde que el Dragón da potencia hasta que nos detenemos en la pista todo pasa muy rápido. Mi mirada busca solo los mejores lugares para aterrizar, la posición del remolcador, el espacio aéreo alrededor nuestro para evitar conflictos.
El tema del remolque es lo más ajeno a mi experiencia hasta ahora. Los principios son simples, mantener una posición óptima en relación al Dragonfly. Aplicarlos en el entorno dinámico del vuelo, con el avión, el ala y el aire en movimiento continuo es más difícil. Todavía no logré mantener una altura óptima, especialmente en los virajes. Voy aprendiendo pequeños trucos para mantener la posición, pero se que mientras yo analizo y observo mi cuerpo aprende, simplemente, a volar.
Es como aprender a manejar un auto. Al principio uno debe pensar para poner Primera. Al tiempo uno maneja, habla con el acompañante y discute filosofía mientras maniobra entre el tráfico de la hora pico. Entiendo, como instructor, el proceso de aprendizaje. Experimentarlo en carne propia en algo que no me resulta familiar es aun mejor.
Es una camino hermoso para recorrer aunque sea mucho trabajo. Lo mejor de estos vuelos es discutirlos con los otros pilotos cuando bajamos, cerveza de por medio. O recordar pequeñas fotos que saca mi mente como si fueran Polaroids. La sombra del avión y el ala sobrevolando la pista a 100 metros, el atardecer sobre el Rio y la ciudad de la plata, la satisfacción de ver subir el avión de pronto y anticipar la térmica que encontramos cinco segundos después.
Continuo aprendiendo de esta forma de volar que es más arte que ciencia. Dejo las reflexiones para abajo, para las charlas con los instructores y los alumnos. Y espero ansioso el próximo vuelo para aplicarlas.