Hoy es el día

Es un martes cualquiera. Llego al aeropuerto de San Fernando a las 10 de la mañana. La plataforma está vacía y por unos minutos camino entre los silenciosos aviones. A pocos metros veo despegar aviones de la cabecera 05.
Como tantas veces en los últimos años estoy otra vez en el aeropuerto extrañando lo que tuve un día, pero hoy es diferente. Hoy no estoy solo para ver los aviones y regocijarme con sus formas y sonidos. Hoy estoy acá para volar.
A los pocos minutos llega un Cessna 152, dos personas van sentadas en la cabina. Una alumna y un gran amigo que será quien me escolte en este día tan especial.
Hoy soy un alumno como ayer fui un instructor. Estoy listo para hacer lo que Diego, mi instructor me indique.
Mientras terminan de hablar acerca del vuelo yo me acerco al avión y empiezo a recorrerlo con las manos. Pronto estoy con la lista de chequeo haciendo la revisión, hecha mil veces antes.
Cuando me siento en la cabina mis manos se mueven sin pensarlo y encuentran los familiares controles. Mis ojos recorren la cabina y mis manos se desplazan por los controles en este encuentro tan ansiado. Se que hace mucho que no vuelo, meses, años. Pero mis manos no lo saben y simplemente hacen aquello que hicieron tantas veces mientras realizo el ritual de prevuelo y preparo el avión y mi espiritu para salir a volar.
Pronto llega Diego e iniciamos la puesta en marcha. Espero sus instrucciones. El sólo me dice “vamos Capi” en nuestro ritual privado y se que no solo voy a volar. Voy a volar con un gran amigo, que sabe exactamente como me siento en este momento. Le pregunto que va a hacer él (volar al principio, hacer las comunicaciones, lo que el, instructor, decida) y el me contesta con un gesto. “El avión es tuyo, yo te ayudo con lo que necesites”.
Hacemos el ritual de puesta en marcha con algun comentario de Di sobre procedimientos de la escuela, cada escuela de vuelo tiene su propia forma de hacer las cosas y él es un profesional.
El roce de los comandos, el rugido del motor al ponerse en marcha. El familiar chequeo de la presión de aceite, reducción de potencia, todo es nuevo y viejo a la vez. Mil veces antes lo experimenté y lo hice. Y lo disfruto como nunca.
Con el avión listo para rodar, y guiado por Di, me comunico con la torre:
“San Fernando el ZZZ en plataforma X y para cabecera en uso. Vuelo local”.
-“ZZZ, San Fernando. Autorizado rodaje a 05 con 1023”
Ahí está, la radio y los procedimientos que tanto me costó aprender. Aun recuerdo y mi voz tiene una seguridad que me sorprende.
Mientras rodamos la frecuencia está llena de voces y casi sin quererlo me voy formando una idea de lo que pasa en el aeródromo. Estamos en la frecuencia de rodaje asique escucho como varios helicópteros negocian el rodaje a distintos puntos.
Llegamos a 90 de la pista y hacemos el chequeo prevuelo entre bromas. Por momentos, mientras la carga de trabajo es liviana vamos haciendo chistes y riendo. Cuando la carga aumenta y nos preparamos al despegue “esterilizamos” la cabina y solo hablamos del despegue y la operación.
Un rápido llamado “FDO, el ZZZ a 90 en condiciones” y su respuesta inmediata “ZZZ autorizado despegue y viraje por izquierda para 1000 y proa al canal”. Confirmo el permiso de transito y doy potencia para entrar a la pista.
El viento viene de los 320 a 5 y estamos despegando de la pista 05 asique doy alerón al a izquierda por el viento cruzado, aplico potencia suavemente y me concentro en el eje de pista. Aumenta el ruido y la vibración. El avión empieza a moverse más rápido y el velocimetro se mueve. Una rápida mirada a los instrumentos del motor, que están normales, y me concentro otra vez en el eje.
La vibración aumenta y de golpe se detiene. Estamos en el aire y sin quererlo sonrío. A 500 pies me permito un “que increible que está para volar” que Di confirma con una sonrisa y sigo concentrado en el despegue.

Nivelamos a 1000 pies proa a Benavidez y con el despegue concluido nos despedimos de San Fernando con un lacónico “ZZZ, 5 (millas) fuera” y apagamos la radio.
La zona de trabajo sobre la que volé cientos de veces antes aparece, como todo en este día, con una mezcla de novedad y antigüedad.
Volamos hacia Escobar mientras me reacostumbro al avión. Diego me propone hacer cordinación (que consiste en virajes de 30 o 40 grados a cada lado manteniendo el rumbo y la altura) para tomar contacto con el avión y estos salen como si los hubiera hecho toda mi vida. Evidentemente en mis sueños nunca dejé de volar.
Volamos en la dirección general de Escobar girando para un lado y para otro para ver una casa linda, una nube o las mil cosas que llaman la atención desde lo alto.
Llegamos a la vertical de Escobar para hacer circuitos y empiezo con la letania del aterrizaje. “Mezcla rica, combustible abierto, aire caliente afuera, reducir potencia y reducir velocidad”. El primer aterrizaje será sin flaps. El avión vuela desprolijo para mi gusto pero no inseguro. Cerca de la pista el margen es menor y me concentro totalmente. Pedal, timon, sentir el efecto suelo, aguantar el avión…”chirp” las ruedas acarician la pista aumenta la vibración. Estamos en tierra.
Doy potencia y meto aire caliente. Ahora tengo que despegar antes que se me termine la pista pero para cuando llegamos ahí el avión ya está volando comodamente.
Le pregunto a Di si lo asusté mucho pero el se rie y me dice que está todo bien.
Hacemos el siguiente circuito con flaps y si bien le falta prolijdad a las maniobras todo es seguro y el avión recompensa mi preocupación con otro toque suave.
Damos potencia y esta vez me animo con un rasante. Aceleramos sobre la pista y ya al final pego un tirón y el avión sube derecho hacia el cielo. Por un segundo el Cessna se convierte en un cohete pero pronto la velocidad cae para recordarme que después de todo ES un C-152 y no un cohete Saturno, y que mejor bajo el naso para ganar velocidad o más que un misil vamos a terminar como un submarino.
Apenas nivelo y mientras empiezo a preguntarme que hacer ahora cuando Diego me reduce la potencia y declara “Emergencia”. Simulamos la pérdida del motor y tengo que resolver la situación. Volamos ahora con el viento en la cola y estamos a 300 pies. Por un momento juego con la idea de girar hacia el viento pero estamos demasiado bajos. Apunto a un campo despejado y voy hacia allá buscando la velocidad óptima de planeo.
“Sobrevimos” a la emergencia y pronto estamos subiendo. El avión está vivo, el día hermoso y yo me siento como hace mucho que no me siento. Soy feliz.
Se acerca la hora de volver a San Fernando asique con pesar dejamos de hacer boludeces y empezamos a subir a 1000 pies para el circuito. Próximos al aeródromo prendemos la radio. Nuevamente las voces me transmiten imágenes de lo que pasa en el espacio aéreo de SADF. Otro C-152 nos procede hacia el circuito. Hay un avión en final y una escuadrilla de 3 helicópteros sobrevuela el Este de la ATZ.
Me comunico con la torre.
-“San fernando el ZZZ 5 millas fuera, regresando de local, proa al canal (de remos).”
-“ZZZ, San Fernando. Venga para la inicial de 05, vuelva lateral torre. Altimetro 1022”
-“Volveremos lateral torre con 1022”.
A medida que nos acercamos prestamos mucha atención a una antena muy alta localizada cerca del circuito. Por un momento recordamos a los dos pilotos que hace poco más de un mes fallecieron al chocar contra ella.
Ya en inicial vemos que hay dos aviones para despegar y el tráfico que nos precedía está en final corta.
Confirmo el ingreso al circuito y la torre me hace un pedido:
“ZZZ lateral torre”
“ZZZ, San Fernando. Autorizado a aterrizar. Si puede haga tráfico corto”.
La torre me está pidiendo que abrevie el circuito de tránsito para que puedan despegar los aviones que esperan sin demorarlos demasiado. La idea entonces es acortar el circuito reduciendo toda la potencia, desplegando flaps y apuntando derecho al punto de toque. No es una maniobra dificil cuando uno está “canchero” en el avión pero si se hace mal uno puede terminar aterrizando muy largo o teniendo que hacer un escape.
Yo llevo 35 minutos en vuelo que me traen el recuerdo de años de experiencia y muchas maniobras similares asique acepto la “misión” y empiezo la maniobra.
Potencia reducida, aire caliente afuera, velocidad debajo de arco blanco, full flaps, ojo con el compensador y encarar a la final. La maniobra sale horrible pero termino en final muy corta con media pista atrás y el avión listo para aterrizar (como la escuela está cerca del final de la pista 05 y esta es muy larga buscamos aterrizar largos a propósito para no estar tanto tiempo en la pista). En final corta “siento” el avión y lo voy tirando del comando para reducir la velocidad y llegar a la pérdida justo a un centimetro de la pista. La alarma se dispara justo cuando siento el contacto con las ruedas y el avión se transforma otra vez de hermoso aerodino a incómodo automovil.
Liberamos la pista y me siento orgulloso de mi “hazaña”. La vida en el aeropuerto sigue su curso y para cuando rodamos a la plataforma y detenemos el motor los aviones que nos esperaban ya despegaron hace rato.
Apagamos el motor y abrimos las ventanas y junto con el aire que entra, el silencio del motor que se extingue siento la confirmación de mi adicción.
Soy un hombre profundamente adicto y enamorado del vuelo. Meses y meses de soñar, de jugar con el flight simulator y pretender estar ahí arriba.
Mi vista aun está saturada de todos los aviones hermosos que vimos, del espectáculo de la ciudad de Buenos Aires extendida a nuestros ojos. De la estampa de los puentes de Zárate que vimos desde Escobar.
Mi olfato está saturado del olor a nafta y JP1. Mis oidos del rugido de docenas de motores.
Mi espiritu está feliz de haber vuelto a volar, de haber saciado este hambre, esta necesidad adictiva de volar y girar y ser uno con el cielo. De compartir esa pasión con mi amigo Diego, mi valiente compañero.